jueves, 17 de mayo de 2012

Giro 95: Rominger pesca en río revuelto

Realmente hay que decir que Tony Rominger había sido el corredor más fuerte de toda la gran ronda italiana, y era por ello por lo que contaba con una renta superior a los 5 minutos con respecto al último ganador de la carrera, Berzin, y con Ugrumov, compañeros ambos de equipo, quienes protagonizaron una pelea interna que sin duda favoreció el triunfo del corredor suizo en detrimento de los corredores del Gewiss.

Rominger había dejado casi vista para sentencia la carrera en la 17ª etapa de la misma, una CRI muy particular, la de Cenate-Selvino, puesto que comenzaba con llano, se subía y se bajaba el colle del Gallo y finalmente se afrontaba una subida a la estación invernal de Selvino-Aviatico. En la misma el danés nacionalizado suizo había aventajado a Berzin en 1 minuto y 39 segundos y al letón Ugrumov en 24 segundos más. Esta distancia había permitido al ruso colocarse segundo en la general de la carrera, relegando a su compañero de equipo, que no amigo, a la tercera de la general, separados por 5 segundos. Rominger aventajaba a ambos en más de 5 minutos en la general, pero aún quedaban por delante tres jornadas que podrían ser de autentico infarto y que si se aliaran el ruso y el letón, podrían dar al traste con su sueño de ganar la general de la ronda italiana.
 
Esas duras etapas serían las 3 últimas, antes del paseo final por Milán. La etapa 19 iba a unir Mondovi con Briançon, en la cual iban a atravesar el Sampeyre, el Agnello (la cima Coppi de esa edición) y el Izoard. La siguiente etapa sería bastante más cómoda, ya que solo atravesarían el Montgenevre y el Gressoney St. Jean para llegar a la meta en ese mismo lugar, y por último, la 21ª etapa, una jornada que uniría Pont St. Martin con Luni, en donde atravesarían un desconocido Cuvignone (9.3 km a nada menos que el 8.5 %) y el St. Michele, antes de afrontar la última subida a Montegrino Valtravaglia. Eran jornadas donde se había terreno para hacer mucho daño si se sabían aliar bien los corredores, ¿y que mejor alianza que pertenecer al mismo equipo? A priori no podría haberla mejor, ya que el líder tendría que estar atento a los ataques de ambos. Pero como veremos, las cosas se le pusieron de cara al corredor suizo.

La primera jornada de ese tríptico final sería la más dura de las tres, teniendo que afrontar la subida del terrible Sampeyre y consecutivamente la del no menos temido Agnello. Pero en aquella jornada el frío y la nieve hicieron acto de presencia, especialmente en un Agnello que se coronaba por encima de los 2700 metros de altitud. La carrera intentó en todo momento que la carrera coronase su cima Coppi, e incluso había diseñado un recorrido alternativo (Maddalena, Vars e Izoard), pero se decantó finalmente por el recorrido original. Se produjeron hasta 3 avalanchas en el Agnello, al intentar despejarlos las máquinas quitanieves, sepultando a varias personas, aunque afortunadamente no hubo que lamentar víctimas aquel día. Ante esos sucesos, finalmente la dirección de carrera optó por poner el final de etapa en Ponte Chialane, es decir, antes de afrontar los kilómetros más duros del Agnello, recortando bastante el kilometraje de la etapa.
 
Con todo el lío que provocó dirección de carrera, recortando la etapa durante el transcurso de la misma, unido al cansancio de días anteriores, hizo que ninguno de los favoritos realizara ningún movimiento significativo, lo que favorecía enormemente a un Rominger que estaba comenzando a sufrir un leve catarro, y perjudicaba a un equipo Gewiss que había planeado atacar hasta destrozar al líder, para poder ganar así la carrera ellos con cualquiera de sus dos corredores. La victoria fue para el suizo Richard.
 
Como ese recorte de la 19ª etapa había perjudicado en demasía al equipo Gewiss, estos decidieron atacar el día siguiente en todo momento. Y ese todo momento en el que atacar fue en el avituallamiento de la etapa. Durante muchos kilómetros se formo un corte en el pelotón, con un grupo delantero de unas 40 unidades, entre las que se encontraban ambos Gewiss. En el grupo trasero se encontraba un Rominger que no había conseguido meterse en el corte bueno. Durante muchos kilómetros hubo una persecución del Mapei al grupo cabecero, hasta que finalmente consiguieron recortar los hasta 40 segundos que llegaron a tener de ventaja.
 
Con la neutralización llegó la calma a la etapa, hasta que a 5 kilómetros de meta atacó Rincón, y con él se marcharon Ugrumov y Berzin. Rominger no pudo salir a la rueda de estos. La situación por fin se ponía en contra del suizo, aunque los Gewiss no serían capaz de aprovecharla. Ugrumov comenzó a tirar de una forma brutal, pero sin recibir ningún relevo de Rincón, que buscaba la victoria de etapa, pero sobre todo sin ningún tipo de ayuda de Berzin. Ambos compañeros comenzaron a discutir y Berzin se dedicó a seguir únicamente la rueda de su compañero, para evitar perder así su segunda plaza de la general. ¡¡Berzin luchaba por no perder su clasificación, cuando podía pelear por ganar la carrera!!
 
Rincón realizó un ataque y tuvo que ser Ugrumov quien fuese a la caza del colombiano, porque Berzin no iba a dar ni un solo relevo. Cogieron al colombiano, gracias al trabajo del letón, pero no consiguieron coger a Outschakov y a Richard, que marchaban en cabeza de carrera. Finalmente la victoria fue para el primero de este dueto cabecero, pero las imágenes de la carrera se estaban produciendo en el trío perseguidor, unas imágenes bochornosas para unos compañeros de equipo que estaban tirando por la borda no solo una situación favorable en la carrera para acabar con el líder, sino también con la buena imagen que hasta ese momento había tenido el equipo Gewiss. Por supuesto las acusaciones entre ambos corredores en la línea de meta no se hicieron esperar. Los 18 segundos que habían conseguido con respecto al líder, por supuesto, no significaban nada con respecto a lo que pretendía el equipo.

La bochornosa situación de Gressoney había dejado cuentas pendientes en los equipos, y eso iba a tener consecuencias en la última etapa antes de llegar a Milán, una etapa en la que a pesar de suprimir el paso por St. Michele, iba a convertirse en una autentica trampa para los corredores.
 
Directamente en la primera subida a Cuvignone, Ugrumov lanzó un fuerte ataque, acompañado por Rincón. Al paso por la cima del puerto ambos contaban con un minuto de ventaja con respecto al grupo que lideraba Rominger y 7 segundos menos con un Cacaíto Rodríguez que (¡sorpresa!) había atacado. Quedaban 56 kilómetros a meta y Rominger se encontraba sin ningún compañero, y para mayor desgracia suya, el catarro no se había curado aún. Fue en el descenso donde Rominger se empleó a fondo, lo que unido a una caída de Rincón, permitió que Ugrumov fuese neutralizado. El grupo pasaba a estar formado por únicamente 8 unidades, con todos los hombres importantes de la carrera.
 
En ese mismo descenso atacó Chiappucci y abrió hueco, aunque rápidamente fue neutralizado por un duro ataque de Berzin al comenzar la segunda subida al Cuvignone, en el que consiguió más de medio minuto, hasta que Tonkov decidió que iba a ayudar a Rominger, haciéndole de gregario (para la temporada 97 firmaría por Mapei). El trabajo del ruso impidió que Berzin incrementase ese medio minuto hasta que a 3 de meta se puso en cabeza del grupo Rominger y coronaron con solo 10 segundos de retraso con respecto al ganador de la edición anterior. En el peligroso descenso, ningún corredor (salvo Chiappucci, que neutralizó su más de un minuto de retraso) se la quiso jugar a perder la carrera.
 
Berzin de nuevo lanzó un ataque bastante duro y Rominger se puso a tirar del grupo, pero dejándole un colchón a un Berzin que se iba a imponer en la penúltima etapa del aquel extraño Giro d´Italia en el día de su 25 cumpleaños. En la meta el grupo de Rominger perdió finalmente 25 segundos, lo que iba a hacer que la general final quedase comandada por el suizo Rominger con más de 4 minutos con respecto a Berzin y casi 5 con el otro acompañante en el pódium, Ugrumov.

El Giro de 1995 había quedado sentenciado a favor de un Rominger que llevó la maglia rosa de líder durante 21 de las 22 etapas, privándole el excéntrico Chipollini de llevarlo durante toda la carrera y emular así a un Gianni Bugno que lo llevó durante toda la edición de 1990. Pero también había dejado la carrera la imagen de dos compañeros que habían destrozado la imagen de equipo de su conjunto, con una lucha interna por el liderazgo del grupo que sin duda no hizo sino perjudicarlos y beneficiar al que fue el ganador de la carrera.


Saludos a todos!!

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