martes, 29 de mayo de 2012

Visados a la libertad de Bartali



Durante los años 1943 y 1944 Bartali se dedicó a transportar documentos en el interior de su bicicleta, que permitieron salvar la vida de unas 800 personas. Gino, lejos de buscar el recibir halagos por su gesta, murió en el año 2000, después de casi 60 años de silencio sobre la actividad llevada a cabo durante la guerra.

Gino Bartali nació en la Toscana, siendo hijo de una familia humilde trabajadora del campo. Gino tuvo sus primeros contactos con la bicicleta mediante el trabajo que su padre le consiguió en un taller de reparado de bicicletas, al tiempo que Alfredo Binda se convertía en un ídolo en el país. Gino siempre fue un hombre serio, correcto, trabajador, luchador... y esas virtudes ya las tenía desde que era un niño, las cuales ayudaron a que el dueño de la tienda le regalase una a su joven discípulo y le animase a entrenarse. No sabía aquel hombre el bien que le estaba haciendo a ese deporte, pero también a la humanidad.

Desde que recibió el regalo de aquella primera bicicleta, las carreteras de la región toscana se convirtieron en su medio habitual de vida, aquellas carreteras gracias a las que culminarían las cumbres del Giro y del Tour más adelante. Con tal intensidad entrenaba que fue conocido como el hombre de hierro en sus primeros años de ciclismo.

Persona conservadora, católica, tradicional, con los valores clásicos, se fue convirtiendo en el ciclista del régimen de Mussolini, papel que en ningún momento rechazó. Il Duce soñaba con ver a un corredor italiano alzarse con el triunfo en Francia, y ¿quién mejor que el hombre que se asemejaba al prototipo de hombre que el régimen quería?

Estuvo cerca de conseguirlo en 1937, pero una caída en el descenso del Col de Laffrey por un barranco le hizo abandonar la carrera, y a raíz de la cual fue conocido como el monje volador, debido a sus convicciones religiosas. Dejó la tentativa para el año siguiente, en el que por fin se convirtió en campeón del Tour de Francia, distanciándose del segundo clasificado, Félicien Vervaecke, en más de 18 minutos. Parecía que el futuro era suyo, que dominaría el ciclismo mundial (con permiso de un Coppi recién aparecido pero ya ganador del Giro), pero la guerra se cruzó en su camino. La II Guerra Mundial iba a apartar del ciclismo al toscano en sus 5 mejores años. En ese momento poca gente podría imaginar lo que el hombre del régimen, Gino Bartali, realizaría en los años centrales de la guerra.

La guerra impidió la celebración de cualquier competición deportiva, lo que no impidió al toscano el seguir entrenando por su riesgo y cuenta. Siguió entrenando en las carreteras de su región, portando un maillot en el que se podía leer claramente su nombre en la espalda y en el pantalón, para evitar que le apresaran o dispararan confundiendo con algún desertor o enemigo. Durante esos entrenamientos era saludado casi como un héroe por la población local y por los propios soldados italianos. Si algún soldado alemán le detenía la respuesta que recibían era siempre la misma “trabajo para las carreras que vengan después”, ante lo cual le dejaban seguir trabajando.

Bartali era visto subiendo y bajando montañas, yendo de un pueblo a otro, variando sus rutas continuamente. Lo que nadie de toda esta gente sabía, era que Gino, el símbolo del partido fascista, se dedicaba en aquellos duros momentos de la guerra a salvar la vida a los judíos italianos que querían deportar los alemanes. Nadie podía pensar que estuviese salvando las vidas de decenas de personas inocentes mediante el transporte en el cuadro de la bicicleta de documentos dirigidos a los judíos que se escondían en monasterios italianos.

El monje volador estuvo colaborando en una red para salvar a judíos dirigida por Giorgio Nissim, un contable judío de Pisa. Esta persona recibió el apoyo de varios sacerdotes (los padres Paoli, Staderini, y Niccolai, principalmente), haciendo caso de la movilización pedida por el Papa Pío XII. Nissim y esos arzobispos que le ayudaron camuflando a judíos en los monasterios, se dedicaban a elaborar pasaportes cuyo destino era salvar la vida de cuantos judíos pudieran salvar. Bartali era quien se encargaba de su transporte, por aquellas carreteras que tantas veces había surcado y que ahora se encontraban plagadas de soldados alemanes. Era una tarea muy comprometida, porque en caso de ser descubierto, seguramente sería abatido inmediatamente. Durante los años 1943 y 1944 se dedico a salvar a todos los judíos que pudo de Piza, Livorno y Lucca, realizando su cometido lo mejor que pudo, sin esperar ningún tipo de alabanza por su loable acción.

Una vez que hubo concluido la guerra, Bartali volvió a la alta competición, pudiendo volver a ganar el Giro y el Tour, uno en cada ocasión, en 1946 y 1948, respectivamente. Su retirada se produjo en 1954, a los 40 años de edad, y desde su retirada se volvió a Florencia e intentó vivir la vida de la forma más tranquila posible, bajo la etiqueta de ser el hombre del fascismo, hasta que la muerte le alcanzó en el año 2000.

El mundo no conocía la tarea que realizó Bartali a favor de los judíos hasta que tres años después de su muerte, en el año 2003, los hijos de Giorgio Nissim encontraron un diario de su padre (muerto en 1976) en el que se relataba no solo la existencia y miembros que se involucraron en su red, sino que también se indicaban como funcionaba la red y como se transportaban esos documentos imprescindibles para los judíos. En ese diario se explicaban paso a paso los viajes que hacía, los kilómetros que recorría y todos y cada uno de los documentos que transportaba Bartali, teniendo una dedicación absoluta Gino en esta tarea. Solo entonces se pudo entender el verdadero motivo de tanto entrenamiento de un ciclista en una época en la que era imposible ver a ninguno por las carreteras italianas.

Gino Bartali murió en el año 2000, llevándose consigo su verdadera historia, la historia de la persona que dedicó un par de años de su vida a salvar la vida de unas 800 personas judías. Solo el descubrimiento casual de Piero y Simona, los hijos de Giorgio Nissim, permitieron hacer justicia a la memoria de una persona que no dudo en poner en riesgo su vida por salvar la de otras personas. Nunca buscó el reconocimiento más allá de sus méritos deportivos, y sin embargo es, además de uno de los grandes deportistas del siglo XX, una de las grandes personas y una de las grandes historias de ese convulso siglo.


Saludos a todos!

martes, 22 de mayo de 2012

Pantani sentencia el Giro en Montecampione

Giro d´Italia de 1998 estaba próximo a finalizar en su 81ª edición, y lo iba a hacer por todo lo grande con la disputa de su 19ª etapa, la más larga de esa edición. En esa etapa los corredores iban a recorrer un total de 243 kilómetros, los que separaban Cavalese y Montecampione.
 
Esta 19ª etapa iba a ser la última de montaña de esa edición del Giro, cuando aún quedaba la disputa de una CRI y otra etapa más, aparte de la jornada de homenajes en la que los corredores llegaban a la meta final de Milán. Se iba a afrontar una jornada infernal, con subidas a dos puertos sin catalogar, un puerto de 2 (Fai della Paganella), un 1ª (Croce Domini), el especial de Montecampione. La etapa iba a tener lugar en un 4 de junio, una fecha que para un corredor del pelotón era muy especial, ya que se cumplían 4 años de su primera victoria en una grande. Se trataba de la primera victoria de Marco Pantani en Merano, el día anterior de la histórica etapa de Aprica 94.
 
Ya había pasado el momento de la carrera en el que el suizo Alex Zülle parecía que se haría con el Giro de forma indiscutible. Pero la etapa de Selva di Val Gardena había semi-enterrado sus opciones de victoria y había dejado un interesante duelo por la carrera entre Tonkov y Pantani. Zülle aún no había muerto, pero ya andaba con la estocada.
 
La etapa se sabía que iba a ser muy dura, y los corredores que aún quedaban en carrera llegaban con el depósito casi vacío, por lo que tardó bastante tiempo en formarse una fuga en el pelotón. El Mercatone, el equipo del líder Pantani, fue quien asumió el mando de las operaciones en todo momento, lo que fue restando moral a los rivales. Todo fue según esta normalidad hasta la llegada al Passo de la Croce Domini, en donde Zülle pegó una petada de las que casi no se recuerdan en el mundo del ciclismo. Sus piernas habían dicho basta, y él negando con la cabeza lanza con rabia su botellín al suelo, presa de la impotencia de no poder seguir peleando por algo que había tenido tan cerca de la mano. Terminaría la etapa, porque Zülle era todo un campeón, pero lo haría cediendo más de media hora con respecto al ganador de la etapa.
 
Al tiempo que Zülle se quedaba en la primera dificultad, los Mercatone dejaban el grupo en 29 unidades, cuando aún no había empezado la etapa de verdad. En el grupo estaban todos los favoritos de la carrera, con excepción de Zülle, allí se encontraban los Pantani, Tonkov, Conti, Camenzind, Garcelli, Leblanc, Savoldelli, Gontchar, Guerini o un ya muy venido a menos Bugno. Durante la subida se había fugado el sueco Axelsson, buscando aparecer en las pantallas de los telespectadores, hasta que fue neutralizado durante el descenso del puerto, justo antes de afrontar la última subida y final en alto de la prueba.
 
Ese último puerto, el de Montecampione, era un puerto larguísimo de más de 20 kilómetros, por lo que los corredores tendrían tiempo de atacar. En las primeras rampas del mismo los Mercatone marcan un ritmo brutal, un ritmo que obliga a los propios corredores del conjunto verde y amarillo a apartarse de la cabeza de carrera después de tirar del grupo durante solo un centenar de metros. A 17 kilómetros de meta, y cuando ya solo le quedaba a Pantani a su fiel gregario Podenzana fue cuando el de Cesena pasó al ataque. Tonkov sale rápidamente a por el pirata, pero será el único corredor capaz de seguirle el ritmo. El resto no pudo sino mirarlos como se alejaban en el horizonte.

Tonkov sigue la rueda de Marco muy a duras penas, especialmente cuando este se pone en pie sobre su bicicleta. Cada vez que Marco se alzaba sobre su bicicleta se abría un hueco de un metro de distancia entre ambos corredores, pero el ruso consigue neutralizar ofensiva tras ofensiva del de Cesena, poniéndose él igualmente en pie sobre su bicicleta. El resto ya no existe, es un mano a mano entre el italiano y el ruso.
 
Poco después de pasar el cartel de 14 a meta, Pantani gira su cabeza a mirar que había sucedido después de su terrible ofensiva, viendo que Tonkov está literalmente pegado a su rueda y detrás no hay carrera. Decide en ese momento echarse a un lado, dando a entender al ruso que quiere que colabore en la aventura. Tonkov finalmente pasa al relevo, pero un simple relevo de cortesía, vigilando lo que hace al tiempo Pantani, ya que temía una arrancada de este. Se plantea un duelo en cabeza de carrera a sangre fría, ya que Pantani sabía que los 27 segundos de renta que tenía en la general eran a todas luces insuficientes para mantener su privilegiada posición cuando todavía tendría que disputar una CRI y aún quedaba más de la mitad del puerto.
 
Pantani vuelve a cargar con fuerza al frente de la carrera, pero el corredor ruso del Mapei se encuentra intratable, con un pedaleo muy alegre, viendo la que le estaba tirando encima Pantani. Un segundo relevo, también de cortesía de Tonkov preceden a una nueva terrible carga de Pantani, quien en las rampas del 8-9% sprintaba a más de 20 kilómetros por hora. Pero Tonkov era una lapa, no había forma de despegarlo de su rueda, y no solo eso, sino que además parecía que quería entrar al relevo, como queriendo hacer ver a Pantani que su ataque era completamente inútil.

Cuando faltaban 9 kilómetros a meta, ya pasado el ecuador del puerto, era cuando las rampas del mismo eran más suaves, por lo que Pantani decidió tomarse el mayor respiro de la subida. Hasta que faltaban 6 a meta, fueron relevándose ambos corredores por mera cortesía, pero se estaban guardando ambos todo su arsenal. Al concluir esa zona “suave” del puerto, Pantani volvió a la carga con todas sus energías, y ese metro que conseguía cada vez que se ponía en pie, cada vez era más difícilmente respondido por parte de Tonkov.

El pedaleo de Marco Pantani era una tortura para Tonkov. Cada vez era más evidente que Pavel Tonkov se encontraba en apuros. Pantani aprovechaba cada una de las curvas de herradura para sentarse y lanzar un latigazo cuando salía de la curva, para así hacer aún más daño en su ataque. Pero Tonkov neutralizaba una y otra vez sus ataques, aunque cada vez con mayor esfuerzo.
 
Durante los siguientes 3 kilómetros (del 6 al 3) Tonkov siguió soldado a la rueda de Pantani, aguantando las envestidas de este. Cada vez que Pantani se levantaba sobre la bicicleta a Tonkov le costaba más volver a pegarse a la rueda de este. Cuando antes tardaba 3 segundos, ahora tardaba 15 segundos en hacerlo, hasta que a la salida de una galería, en la enésima envestida de Pantani, los 2 metros de ventaja se transforman en 3 y luego en 4, y por fin se abre el hueco que durante toda la subida había estado buscando desesperadamente Marco Pantani. Se produce el momento que el gran comentarista italiano, Adriano De Zan narra de la siguiente manera:
https://www.youtube.com/embed/sZexDoC4to0

Pantani por fin se había despegado de Tonkov y aún le quedaban más de 2 kilómetros para abrir hueco con respecto a su rival. En el paso de 2 a meta la distancia entre ambos corredores era de 20 segundos, ampliada en otros 4 más medio kilómetro más adelante. Tonkov había doblado la rodilla, pero no se iba a dejar ganar tan fácilmente. En el último kilómetro la diferencia ya era superior a los 40 segundos. Pantani cada vez forzaba más su pedaleo, dándolo todo, exprimiendo hasta el último segundo que pudiera conseguir de renta de cara a la última CRI de la prueba. Su entrada en la meta, simplemente una imagen para el recuerdo: él, erguido sobre la bicicleta, alzando los brazos en cruz, al tiempo que daba un resoplido, de alivio. Su cara era todo un poema, era una cara de alivio ante lo que acaba de sufrir para poder derrotar a su rival.
 
El siguiente corredor que aparecería en meta no podía ser otro que Tonkov, quien llegaría a meta con un gesto de sufrimiento terrible, llegando totalmente vacío, y a una distancia de 57 segundos, lo que parecía que sentenciaba la carrera a favor del corredor italiano. El siguiente corredor que haría acto de aparición en la línea de meta sería un Guerini que iba a consolidar la tercera plaza del cajón, repitiendo y confirmando su actuación del año anterior, en que concluyó en idéntica posición. El retraso con respecto a Pantani sería de 3 minutos y 16 segundos. Le siguieron en meta corredores como Dani Clavero, Camenzind, o Savoldelli, pero ellos daba la sensación, a tenor por la lucha vista, que no habían estado en la etapa.
 
En la general Pantani y Tonkov iban a quedar separados por un minuto y medio, tiempo en teoría insuficiente para el italiano de defender su maglia rosa. Pero se respiraba en el ambiente que el ganador, por primera vez desde que Indurain hiciera acto de aparición en la carrera, volvería a ser un corredor local, que la victoria de aquel 4 de junio no iba a ser en vano y que el premio al final de la carrera sería el mayor posible.


Saludos a todos!!

jueves, 17 de mayo de 2012

Giro 95: Rominger pesca en río revuelto

Realmente hay que decir que Tony Rominger había sido el corredor más fuerte de toda la gran ronda italiana, y era por ello por lo que contaba con una renta superior a los 5 minutos con respecto al último ganador de la carrera, Berzin, y con Ugrumov, compañeros ambos de equipo, quienes protagonizaron una pelea interna que sin duda favoreció el triunfo del corredor suizo en detrimento de los corredores del Gewiss.

Rominger había dejado casi vista para sentencia la carrera en la 17ª etapa de la misma, una CRI muy particular, la de Cenate-Selvino, puesto que comenzaba con llano, se subía y se bajaba el colle del Gallo y finalmente se afrontaba una subida a la estación invernal de Selvino-Aviatico. En la misma el danés nacionalizado suizo había aventajado a Berzin en 1 minuto y 39 segundos y al letón Ugrumov en 24 segundos más. Esta distancia había permitido al ruso colocarse segundo en la general de la carrera, relegando a su compañero de equipo, que no amigo, a la tercera de la general, separados por 5 segundos. Rominger aventajaba a ambos en más de 5 minutos en la general, pero aún quedaban por delante tres jornadas que podrían ser de autentico infarto y que si se aliaran el ruso y el letón, podrían dar al traste con su sueño de ganar la general de la ronda italiana.
 
Esas duras etapas serían las 3 últimas, antes del paseo final por Milán. La etapa 19 iba a unir Mondovi con Briançon, en la cual iban a atravesar el Sampeyre, el Agnello (la cima Coppi de esa edición) y el Izoard. La siguiente etapa sería bastante más cómoda, ya que solo atravesarían el Montgenevre y el Gressoney St. Jean para llegar a la meta en ese mismo lugar, y por último, la 21ª etapa, una jornada que uniría Pont St. Martin con Luni, en donde atravesarían un desconocido Cuvignone (9.3 km a nada menos que el 8.5 %) y el St. Michele, antes de afrontar la última subida a Montegrino Valtravaglia. Eran jornadas donde se había terreno para hacer mucho daño si se sabían aliar bien los corredores, ¿y que mejor alianza que pertenecer al mismo equipo? A priori no podría haberla mejor, ya que el líder tendría que estar atento a los ataques de ambos. Pero como veremos, las cosas se le pusieron de cara al corredor suizo.

La primera jornada de ese tríptico final sería la más dura de las tres, teniendo que afrontar la subida del terrible Sampeyre y consecutivamente la del no menos temido Agnello. Pero en aquella jornada el frío y la nieve hicieron acto de presencia, especialmente en un Agnello que se coronaba por encima de los 2700 metros de altitud. La carrera intentó en todo momento que la carrera coronase su cima Coppi, e incluso había diseñado un recorrido alternativo (Maddalena, Vars e Izoard), pero se decantó finalmente por el recorrido original. Se produjeron hasta 3 avalanchas en el Agnello, al intentar despejarlos las máquinas quitanieves, sepultando a varias personas, aunque afortunadamente no hubo que lamentar víctimas aquel día. Ante esos sucesos, finalmente la dirección de carrera optó por poner el final de etapa en Ponte Chialane, es decir, antes de afrontar los kilómetros más duros del Agnello, recortando bastante el kilometraje de la etapa.
 
Con todo el lío que provocó dirección de carrera, recortando la etapa durante el transcurso de la misma, unido al cansancio de días anteriores, hizo que ninguno de los favoritos realizara ningún movimiento significativo, lo que favorecía enormemente a un Rominger que estaba comenzando a sufrir un leve catarro, y perjudicaba a un equipo Gewiss que había planeado atacar hasta destrozar al líder, para poder ganar así la carrera ellos con cualquiera de sus dos corredores. La victoria fue para el suizo Richard.
 
Como ese recorte de la 19ª etapa había perjudicado en demasía al equipo Gewiss, estos decidieron atacar el día siguiente en todo momento. Y ese todo momento en el que atacar fue en el avituallamiento de la etapa. Durante muchos kilómetros se formo un corte en el pelotón, con un grupo delantero de unas 40 unidades, entre las que se encontraban ambos Gewiss. En el grupo trasero se encontraba un Rominger que no había conseguido meterse en el corte bueno. Durante muchos kilómetros hubo una persecución del Mapei al grupo cabecero, hasta que finalmente consiguieron recortar los hasta 40 segundos que llegaron a tener de ventaja.
 
Con la neutralización llegó la calma a la etapa, hasta que a 5 kilómetros de meta atacó Rincón, y con él se marcharon Ugrumov y Berzin. Rominger no pudo salir a la rueda de estos. La situación por fin se ponía en contra del suizo, aunque los Gewiss no serían capaz de aprovecharla. Ugrumov comenzó a tirar de una forma brutal, pero sin recibir ningún relevo de Rincón, que buscaba la victoria de etapa, pero sobre todo sin ningún tipo de ayuda de Berzin. Ambos compañeros comenzaron a discutir y Berzin se dedicó a seguir únicamente la rueda de su compañero, para evitar perder así su segunda plaza de la general. ¡¡Berzin luchaba por no perder su clasificación, cuando podía pelear por ganar la carrera!!
 
Rincón realizó un ataque y tuvo que ser Ugrumov quien fuese a la caza del colombiano, porque Berzin no iba a dar ni un solo relevo. Cogieron al colombiano, gracias al trabajo del letón, pero no consiguieron coger a Outschakov y a Richard, que marchaban en cabeza de carrera. Finalmente la victoria fue para el primero de este dueto cabecero, pero las imágenes de la carrera se estaban produciendo en el trío perseguidor, unas imágenes bochornosas para unos compañeros de equipo que estaban tirando por la borda no solo una situación favorable en la carrera para acabar con el líder, sino también con la buena imagen que hasta ese momento había tenido el equipo Gewiss. Por supuesto las acusaciones entre ambos corredores en la línea de meta no se hicieron esperar. Los 18 segundos que habían conseguido con respecto al líder, por supuesto, no significaban nada con respecto a lo que pretendía el equipo.

La bochornosa situación de Gressoney había dejado cuentas pendientes en los equipos, y eso iba a tener consecuencias en la última etapa antes de llegar a Milán, una etapa en la que a pesar de suprimir el paso por St. Michele, iba a convertirse en una autentica trampa para los corredores.
 
Directamente en la primera subida a Cuvignone, Ugrumov lanzó un fuerte ataque, acompañado por Rincón. Al paso por la cima del puerto ambos contaban con un minuto de ventaja con respecto al grupo que lideraba Rominger y 7 segundos menos con un Cacaíto Rodríguez que (¡sorpresa!) había atacado. Quedaban 56 kilómetros a meta y Rominger se encontraba sin ningún compañero, y para mayor desgracia suya, el catarro no se había curado aún. Fue en el descenso donde Rominger se empleó a fondo, lo que unido a una caída de Rincón, permitió que Ugrumov fuese neutralizado. El grupo pasaba a estar formado por únicamente 8 unidades, con todos los hombres importantes de la carrera.
 
En ese mismo descenso atacó Chiappucci y abrió hueco, aunque rápidamente fue neutralizado por un duro ataque de Berzin al comenzar la segunda subida al Cuvignone, en el que consiguió más de medio minuto, hasta que Tonkov decidió que iba a ayudar a Rominger, haciéndole de gregario (para la temporada 97 firmaría por Mapei). El trabajo del ruso impidió que Berzin incrementase ese medio minuto hasta que a 3 de meta se puso en cabeza del grupo Rominger y coronaron con solo 10 segundos de retraso con respecto al ganador de la edición anterior. En el peligroso descenso, ningún corredor (salvo Chiappucci, que neutralizó su más de un minuto de retraso) se la quiso jugar a perder la carrera.
 
Berzin de nuevo lanzó un ataque bastante duro y Rominger se puso a tirar del grupo, pero dejándole un colchón a un Berzin que se iba a imponer en la penúltima etapa del aquel extraño Giro d´Italia en el día de su 25 cumpleaños. En la meta el grupo de Rominger perdió finalmente 25 segundos, lo que iba a hacer que la general final quedase comandada por el suizo Rominger con más de 4 minutos con respecto a Berzin y casi 5 con el otro acompañante en el pódium, Ugrumov.

El Giro de 1995 había quedado sentenciado a favor de un Rominger que llevó la maglia rosa de líder durante 21 de las 22 etapas, privándole el excéntrico Chipollini de llevarlo durante toda la carrera y emular así a un Gianni Bugno que lo llevó durante toda la edición de 1990. Pero también había dejado la carrera la imagen de dos compañeros que habían destrozado la imagen de equipo de su conjunto, con una lucha interna por el liderazgo del grupo que sin duda no hizo sino perjudicarlos y beneficiar al que fue el ganador de la carrera.


Saludos a todos!!

martes, 8 de mayo de 2012

Aprica 99, el fin de los días

El Giro d´Italia del año 1999 había preparado una penúltima etapa escandalosa, una etapa de homenaje. El homenaje a una de las mejores etapas de toda la historia de la carrera, la que sucedió 5 años atrás en Aprica. Y con esa etapa, también se iba a homenajear al que fue su principal protagonista en aquella ocasión, Marco Pantani. Pero, desgraciadamente ese sueño de etapa, la de Aprica 99, se iba a desplomar en unas horas terribles. Esa etapa, aquel 5 de junio de 1999, supuso el fin de los días, el inicio de la caída hasta la desgracia del ídolo, de Marco Pantani, quien también fue protagonista aquel día, aunque no por lo que a él le hubiera gustado.

En aquel 5 de junio se iba a disputar una etapa que iba a ser prácticamente una reedición de la gran etapa que tuvo lugar en 1994. La etapa iba a tener el encadenado Tonale-Gavia en vez del Stelvio como entonces, pero el resto, iba a ser un calco. Desde Bormio se iba a descender por el valle de la Valtelina y se iba a afrontar la temible ascensión al Mortirolo, seguido por un paso por Aprica, una ascensión al durísimo Valico de Santa Cristina y un final rompe piernas hasta Aprica de nuevo. La etapa había sido diseñada para que fuera un baño de multitudes para Marco Pantani, la guinda de un Giro diseñado para que el de Cesena tocase el cielo después de su último glorioso año en el que hizo el, hasta hoy, último doblete Giro-Tour. Pero todo se iba a torcer en una negra mañana para el ciclismo.

Durante la mañana el equipo Mercatone fue llamado para que sus corredores pasaran controles de sangre. La EPO estaba más a la orden del día que actualmente, y se quería combatir mediante unos controles que, como se demostró más tarde, no eran un método fiable absolutamente que indicara el uso de esta sustancia. Marco Pantani había dado una tasa de hematocrito inferior al 50% -si lo superaba, se consideraba que el corredor había recurrido al uso de EPO- en los controles internos del equipo, además de dar el día anterior un 46%, por lo que su sorpresa fue mayúscula cuando le confirmaron que su tasa era del 52%. Era expulsado de la carrera el día antes de que esta terminara, cuando había sentenciado la general el día anterior. Su máximo rival era un joven Savoldelli, quien se encontraba a más de 5 minutos en la general. De golpe y porrazo, le habían quitado todo al Pirata.

La noticia corrió como la pólvora. La RAI rápidamente hizo una conexión de urgencia con la carrera, para informar de la expulsión del ídolo local. Velo o quien iba a ser el líder, Savoldelli, habían pasado el control por los pelos, pero el único que no lo había superado era un Marco que estaba desconsolado, no entendía lo que sucedía. Su equipo, una escuadra que contaba con gente como Velo o Garzelli, solidarizándose con él, tampoco tomaría la salida de la etapa.

No era la primera vez que esto sucedía en la carrera, puesto que 30 años atrás, exactamente, el gran belga Eddy Merckx también fue expulsado de un giro, que como Marco tenía ganado. En la improvisada rueda de prensa que dieron ambos campeones a raíz de su expulsión de la carrera proclamaron su inocencia. Estas fue la frase más rotunda que dijo Marco en su rueda de prensa:

“Sí. A lo largo de mi carrera he tenido que superar dos gravísimos accidentes… pero esta vez, moralmente… hemos tocado fondo…”

La expulsión de la carrera de Marco supuso que los tiffosi que se encontraban en las carreteras mostrasen su más absoluta ira y llegasen incluso a realizar piquetes, tanto en el Gavia, como en el Mortirolo e incluso antes de la llegada a Aprica, al tiempo que coreaban el nombre de su campeón. Pero para cuando los ciclistas hicieron la salida, en Madonna di Campiglio, la policía ya había actuado, levantando esos piquetes. La etapa se pudo disputar con total normalidad, salvo por los abucheos que recibieron los corredores cuando pasaban donde se encontraban esos tiffosi.

La nueva clasificación iba a estar liderada por Paolo Savoldelli, quien anunció que no portaría la maglia rosa de líder en aquella jornada. Su ventaja era insignificante con respecto al segundo clasificado, Gotti, de apenas 34 segundos, y de un minuto y un segundo con el tercero, Jalabert. La clasificación de la Montaña pasaría a estar liderada por Bettini y la Regularidad por Jalabert.

La carrera fue bastante lenta por los problemas que estaban causando los tiffosi hasta que llegaron a la zona más dura del Gavia, en donde lanzó un ataque el Chepe González, tras quien se lanzó Hernan Buenahora y el italiano Gentili, pero no consiguieron darle alcance en la subida. Ese ataque fue simplemente para coronar en cabeza la Cima Coppi de aquella edición y conseguir así la clasificación de la montaña de la ronda de ese año. El trío cabecero se convirtió en cuarto en el descenso, cuando los dio alcance Fagnini, pero su aventura no llegó muy lejos, ya que tras superar Bormio fueron adelantados por el pelotón. Se encaminaba un pelotón reagrupado y comandado por el equipo Pólit a la subida del Mortirolo. Un Mortirolo que había estado esperando a un Marco Pantani que jamás volvería a ascender sus rampas tras la mítica etapa de Aprica 94.

En las primeras rampas del puerto se produjo el esperado ataque de Gotti. Heras, Jalabert, De Paoli y Simoni secundaron su ataque. También un Chava Jiménez que rápidamente quedó cortado. No fue así con un Savoldelli que comenzaba a hacer aguas, incapaz de seguir al sexteto que pasó a ser quinteto tras cortarse el Chava. Un quinteto comandado en todo momento por un pletórico Gotti. Tan fuerte era su ritmo que De Paoli y Jalabert también cedieron rueda, por lo que se quedó en solitario un trío cabecero formado por los 3 mejores escaladores que quedaban en la carrera: Gotti, Simoni y Heras. Por su parte Savoldelli se iba hundiendo poco a poco a medida que avanzaban los kilómetros del puerto. Corredores como Jalabert, Virenque, Camenzind o Gontchar habían dejado atrás a un líder de la carrera que estaba perdiendo su privilegiada posición en las rampas de uno de los puertos más duros del mundo.

El primero en coronar el Mortirolo fue Gotti, por delante de Heras y Simoni. Los 3 abrieron un hueco de hasta un minuto y 20 segundos con el siguiente corredor, el sueco Axelsson. La ventaja con respecto al dúo Savoldelli-Virenque se había ido hasta los casi 3 minutos. Entre medias, habían coronado Gontchar o Jalabert, pero todos ellos a un mundo de cabeza de carrera. Al comenzar el descenso, Savoldelli, “il falco”, no se lo pensó mucho y se lanzó a tumba abierta, hasta contactar con un Gontchar que le sería de gran ayuda en el camino a Aprica.

En el primer paso por Aprica las diferencias del trío cabecero habían aumentado ligeramente con respecto al grupo de 7 que se había formado por detrás, liderados por Savoldelli y Jalabert, aunque era Gontchar quien tiraba la mayor parte del tiempo del grupo. Poco más de 3 minutos separaban a ambos grupos, pero esas diferencias estaban dejando sin Giro a Savoldelli y sin podium a Jalabert.

Rápidamente llegó cabeza de carrera a la última dificultad de la carrera, el temible Valico de Santa Cristina. Ahora era Simoni quien llevaba el peso de la fuga, mientras que Gotti guardaba fuerzas, tras haber realizado la mayor parte de la subida al Mortirolo en cabeza. Por detrás Virenque quedó rápidamente cortado, en las primeras rampas del Valico, mientras que Savoldelli y Jalabert se ponían al frente del grupo perseguidor.

A un kilómetro de coronar el Valico, Gotti intentó realizar una aceleración en cabeza, pero Heras, viéndole venir, aceleró el ritmo de una forma impresionante, haciendo sufrir a sus dos compañeros de escapada. Roberto Heras había dejado las cosas claras en apenas un acelerón. Él había mostrado a sus compañeros que iba a ser el ganador de aquella etapa. Los 3 corredores coronaron el Valico juntos, en armonía. Por detrás, el menos débil del grupo era Savoldelli y en las últimas rampas lanzaba un ataque para defender su posición de pódium, dejando atrás al resto de su grupo. Coronó con un retraso de 4 minutos y 18 segundos, 10 segundos menos que el resto de su grupo. En el descenso, consiguió recortar 12 segundos al grupo cabecero, que serían determinantes en el desenlace de la carrera.

En la meta, se produce un sprint en el grupo cabecero, en el que termina imponiéndose fácilmente Roberto Heras, seguido por un Simoni exhausto y por un Gotti que hizo los últimos kilómetros a rueda y decidió no disputar la victoria de etapa. Savoldelli viene apretando los dientes por detrás para salvar la segunda posición del podium, llegando, tras un sprint larguísimo, a meta con 4 minutos y 5 segundos de retraso. Había salvado su privilegiada posición por apenas un segundo de diferencia con respecto a Simoni. El grupo de Gontchar y Jalabert llega a meta 40 segundos después de Savoldelli, retraso que no le permite a Jalabert salvar una posición en el pódium, aunque se va ganando 3 etapas y el maillot de la regularidad de la carrera.

En el pódium se produjo la anécdota graciosa del día, ya que al ganador, Heras, le dieron un plato conmemorativo, que al levantarlo para mostrarlo al público, se le cayó al suelo. El público abroncó, de forma cariñosa a un Roberto que reía. Pero ese público no se mostró tan simpático cuando subió Gotti a recoger la prenda de líder, y empezaron a pitarle y abroncarle. Ellos habían esperado ver ahí a su ídolo Pantani, y en cambio se encontraban a un Gotti, quien no tenía la culpa de la situación que se había producido aquella mañana en Madonna di Campiglio. Sin duda no era la celebración que esperaba Gotti para su segundo entorchado en la carrera italiana.

Aquel primer sábado de junio de 1999, que estaba diseñado para que fuera el culmen de la fiesta del ciclismo no sólo no pasó a la historia como el día en que Gotti se convertía en bicampeón del Giro, dejando la carrera vista para sentencia, ni el día en que Heras conseguía su única victoria de etapa en la corsa rosa, sino que el 5 de junio de 1999 será recordado como el día que Marco Pantani fue expulsado del Giro de Italia. El día del comienzo del fin para el campeón italiano.


Saludos a todos!!

martes, 1 de mayo de 2012

Gaul da la vuelta al Giro

Una etapa verdaderamente apocalíptica, para los corredores e incluso para los seguidores. Esa fue la definición que hicieron los medios de comunicación de la espectacular etapa que vio nacer la leyenda de Charly Gaul en el Giro de 1956, en uno de los días más duros de la historia del deporte.

 El sábado 8 de junio de 1956, el mismo día en que fallecía Marie Laurencin, una conocida pintora y grabadora francesa, se iba a producir una gesta de las que no tienen igual en la 39ª edición del Giro d´Italia. Dicha gesta iba a tener lugar en la vigésimo primera de esa edición del Giro (la undécima había sido anulada), una etapa que iba a unir Merano con el Monte Bondone, una cima mítica de la carrera, que estaban separadas por 242 kilómetros.

 La etapa iba a ser muy complicada para los corredores, ya que debían atravesar los pasos de Costalunga, Rolle, Brocon y el paso final por el Bondone, a lo que se unía el mal tiempo que iba a compañar a los corredores durante toda la etapa, y no como tradicionalmente se piensa, que fue sólamente en el Bondone. 

En la etapa no sólo se iban a jugar los corredores la clasificación general, sino que también se iban a jugar un extraño gran premio de la montaña, puesto que estaba dividido en 3 partes diferentes; la primera, la de los apeninos, ganado por Bahamontes, el Trofeo dello Stelvio por Aurelio del Río, y por último el único que quedaba en juego, el de los dolomitas. Ni que decir tiene que la batalla comenzó rápidamente en el primer puerto, para conseguir este último trofeo.

 El paso por Costalunga lo coronan en cabeza, bajo el granizo que les caía encima, Bahamontes, Dotto y un Gaul que el día anterior había perdido sus opciones en la general, puesto que había cedido más de 16 minutos el día anterior. Su ventaja era exigua con respecto al grupo del líder, por lo que hubo neutralización durante ese descenso, ya que los tres corredores no quisieron arriesgar, y se formó un grupo de 32 corredores.

El siguiente puerto era el Passo Rolle, donde rápidamente lanzó un demarrage Gaul. Abrió ventaja sobre Bahamontes y sobre Monti. El líder, Fornara, marchaba en un grupo más trasero, pero sin la compañía de su principal amenaza, Maule. Por delante Monti da alcance a Gaul y le deja atrás haciendo grupo con Bahamontes en la Gebbera.

La etapa estaba siendo una locura, y el frío comenzaba a ser preocupante cuando los corredores se iban acercando al Brocon, una ascensión que iba a determinar que la etapa sería inolvidable, cuando ya había realizado su llegada la nieve. El Brocon es coronado en cabeza por Gaul, quien de nuevo había vuelto a adelantar a Monti. Esta vez sería Padovan quien seguiría a Gaul al coronar el puerto, y le neutralizaría en el descenso. Gaul, según comentó él mismo, no sentía las manos y es por ello por lo que bajó bastante despacio, ya que no podía apretar la maneta del freno.

Padovan dejó atrás a Gaul en el descenso, pero el caos no había hecho más que comenzar entre los favoritos. Defilippis repentinamente cayó de la bicicleta y se quedó inconsciente en la carretera. Las asistencias se lo llevaron al hospital, donde permaneció varios días allí, bajo el diagnóstico de agotamiento absoluto. Otros ejemplos de abandonos iban a ser Jesús Galdeano, que se cayó en el descenso del Brocon, Botella que se retiraba por el frío y el hambre, o el propio Bahamontes, que se retiraba conmocionado por la caída de de Filippis.

Cuando faltaban aproximadamente 70 kilómetros para la llegada a la meta, la niebla se unió a la nieve. Había un bar en Strigno en el cual pararon varios corredores, para intentar recuperar el calor, pero fue en balde. Por su parte el corredor cabeza de carrera, Padovan, optaba por abandonar la carrera, lo que dejaba a Gaul como cabeza de carrera con unos 4 minutos de ventaja sobre Monti, cuando sólo quedaba por afrontar la subida al Monte Bondone, y más de 10 minutos con respecto a Magni, vigente ganador de la carrera.

Los abandonos en la carrera se van sucediendo irremediablemente, puesto que las temperaturas eran muy inferiores a los 0 grados. El ejemplo más representativo de la dureza de la etapa fue el abandono del líder Fornara a tan sólo 4 kilómetros de meta, incapaz de dar siquiera una pedalada más, o un caso similar el de Buratti, quien se encontraba totalmente paralizado.

A mitad del Monte Bondone, Charly Gaul prácticamente había sentenciado su victoria de etapa, puesto que aventajaba en más de 12 minutos al siguiente corredor, Magni, pero un terrible desfallecimiento a unos 7 kilómetros de meta hizo peligrar, no solo la victoria, sino también su propia salud. Llegó semi-inconsciente a meta, y nada más cruzarla, se desmalló, teniendo una pierna casi congelada. Habían sido más de 9 horas encima de una bicicleta atravesando un infierno climatológico. Tiempo después él mismo reconocería que no recordaba nada de esos últimos kilómetros de la etapa.

 Fantini sería el siguiente corredor en atravesar la línea de meta, convirtiéndose en la revelación de la jornada, pero eso sí, llegaría a 7 minutos y 44 segundos del luxemburgués. El siguiente corredor en llegar sería Magni, a 12 minutos y 15 segundos. Tan sólo 39 corredores más cruzarían la línea de meta aquel día, para un total de 42 de los 89 que habían tomado la salida. El pelotón había perdido a más de la mitad de sus integrantes en aquel fatídico día, en la última jornada dura de aquel Giro, puesto que tras la etapa iban a quedar dos etapas de transición hasta su finalización en Milán.

Aquel día salió con una renta aparentemente cómoda de 3´27´´ Gaul con respecto a Magni, pero en las condiciones en las que quedaron los corredores a la línea de meta no se podía dar por hecha la victoria del pequeño corredor luxemburgués. En un día dantesco, en que los corredores habían sufrido agua, granizo, nieve y una dura jornada de montaña, había comenzado a nacer una leyenda, la del Ángel de la Montaña, leyenda que se confirmaría 2 años después, en el Tour de Francia, en otra dantesca jornada de un 16 de julio de 1958, en la etapa que finalizó en Aix-les-Bains.


Saludos a todos!!